miércoles, 31 de diciembre de 2008

Fin de año


Llega el momento de decirle adiós a este año, uno de tantos. Esto de los balances generales no está hecho para mí. La vida se constituye de millones de momentos enlazados de manera continua que nos empeñamos en subdividir, pero si a todo quisqui le da por evaluar lo pasado, me tendré que sumar al carro. Por ello señalo que, aunque algunos se hayan dedicado a confabularse contra uno, puedo decir, en líneas generales, que el 2008 ha sido un buen año. Y todos contentos, que es de lo que se trata.
Para ser breve y puesto que no les he felicitado las pascuas, ni he sido políticamente correcto (¿Para qué? Ya está el mundo harto de políticos –les recomiendo esa canción de Skunk Anansie, “Yes, It’s fucking political”- por lo que prefiero ser sincero), llega la hora de agradecerles su fidelidad, los comentarios disonantes y enriquecedores, todos esos piropos y halagos que he recibido (que también ustedes se merecen), tanto de los seguidores anónimos, como de los que conozco. Por todo ello les deseo un feliz año nuevo, no sólo porque se lo han ganado tras aguantar todas mis sandeces y excesos, sino también porque espero que sigan visitando este, su hogar, el sitio donde viven la fantasía, las palabras, el lugar donde habitamos los monstruos.
Feliz año 2009.

martes, 30 de diciembre de 2008

Pillos navideños



Durante esta navidad, a más de uno se le habrá perdido la cartera, o lo que es peor, se la habrán robado. Eso nos pasa por incautos, beodos y ceporros. Lo cierto es que en estas fechas, más nos vale encadenar nuestras pertenencias a los calzones ya que, por su difícil acceso, son los que menos probabilidades tienen de perderse (eso si no nos dejamos engatusar por algún/a lagarto/a, que los hay a doquier..., como los rateros, que proliferan tanto en el alcantarillado, como en las altas esferas, lo mismo da). El caso es que hay que tener cuidado, no sea que los ladrones nos den un buen susto; así que, echen el pestillo y permanezcan en sus casas durante estos días, puesto que en la calle lo mínimo que nos puede pasar es pillar un resfriado o que nos birlen la paga extra (con o sin sonrisa, que de todo hay…).
Y hablando de pillos y listillos, tengo el placer de comunicarles que ha salido a la luz (esperemos que por un largo tiempo puesto que la primera edición se agotó a la velocidad del rayo) la segunda edición del clásico Las aventuras de Pinocho (Carlo Collodi), bellamente ilustrada por Roberto Innocenti, flamante premio H. C. Andersen del año que hemos dejado -2008- en la categoría de ilustración –editorial Kalandraka-. Aunque casi todo el mundo conoce la historia de esta marioneta que logra vida propia gracias a la labor mediática de la factoría Disney, son menos los que la han leído. De cómo Gepetto construye a Pinocho, de cómo la inocencia de Pinocho le lleva a su misma perdición, del reencuentro del creador y el creado…
En definitiva, creo que es una buena oportunidad de resarcirse para todo aquel que desconozca esta bella historia y disfrutar de un clásico de la Literatura del que tantos ejemplos morales se han extraído.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Alimento vital


A veces pienso que, de lo surrealista que soy, podría ser fácilmente un aborto de Benny Hill o hijo de Omaita (¡qué grandes personajes!). Por lo menos me divierto, que no es poco… Algunos, a mi edad, ya están más que acabados (y no lo digo por la alopecia que todos vamos padeciendo a ciertas edades, sino por otros pormenores que descarnan más): la tez gris o cetrina, que si ya no tengo edad para reír, que si por culpa de la hipoteca no hay diversión en mí…, sin más tu tía: excusas.
Esto del alimento vital es una opción puramente personal, por lo que disfrutar de uno mismo y brindar por la vida, se hacen gestos cada vez más necesarios para que la mente y el alma se vayan nutriendo de sabores que aún les quedan por conocer. Aunque esta no sea una clase de gastronomía, considero que es una buena lección de filosofía, sobre todo para tanto organismo cansado y desecho que pulula por las calles luciendo cara mortecina.
Sobre este menú basado en estos consejos un tanto descabellados, como postre y aderezo, le sugiero un libro algo particular. Desde su edición en 1979, La aventura formidable del hombrecillo indomable se ha convertido en un éxito de ventas a lo largo y ancho del orbe terrestre. Considerado como uno de los mejores ejemplos del “non-sense”, así como del surrealismo más patente en obras de Literatura Infantil, sobre todo en lo que al género del álbum ilustrado se refiere, nos relata la historia de un personaje muy especial al que le suceden las más extrañas y divertidas peripecias. Déjese encandilar por la imaginación de Hans Traxler y esta historieta rimada de impecable factura. Y alimente su vida, que no es poco.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Versos de felinos


Para los amantes de los gatos.

Si alguien me pidiera que me identificase con un animal, lo cierto es que no sabría cuál elegir. A veces me siento como un pájaro, un gorrión que de rama en rama va, o quizá una gacela imponente, ágil, elegante. También podría decantarme por una especie algo perruna ya que perro soy un rato, e incluso imponente, como un oso… Pero lo que pocas veces pediría es ser un gato…

Una noche Max miraba
atentamente a su gato,
le ató el ojo en la cabeza,
lo invitó a pasear un rato.

Niebla y humo, luna llena,
vio lo que veía el felino;
de pronto apareció una hembra
y entonces cambió el destino.

El gato saltó una barda
persiguiendo a esa hermosura;
Max sólo exclamó: “¡no tardes!”,
¡lo seguiría en su aventura!

Era otra forma de soñar
muy vívida y sin sonido:
vio tejados, callejones,
y a quienes no se han dormido.

Pero el amor entre gatos
es con uñas y es salvaje,
el ojo salió volando
y se perdió entre el follaje.

Max partió en busca de su ojo
con linterna y cantimplora,
cruzó un parque entre tinieblas
sin preguntarse la hora […]

Luigi Amara
Una madrugada tenebrosa
En: Las aventuras de Max y su ojo submarino.
Ilustraciones de Jonathan Farr
2007. México: FCE.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Un villancico y un libro


Después de estos días de trabajo, exámenes, correcciones, prisas y demás quehaceres, por fin ha llegado la navidad. No se si emborracharme hasta la perder la consciencia o alejarme del mundanal ruido, tomar un buen libro entre las manos y aislarme de mi otro yo. Creo que haré caso a mi ángel de la guarda e intentaré ser menos extremista, de modo que pueda compaginar ambas facetas de mi idéntica persona.
Creo que ha llegado el momento de coger la pandereta y cantar eso tan manchego de:

Que le corten al águila el pico,
al gato las uñas,
al buey las pezuña,
y la cola al ratón.
¡Que dichoso es el mundo
que ha nacido Dios!

Y si no tienen zambomba ni son capaces de entonar los anteriores renglones con un mínimo de ritmo, deberán conformarse con un cuento de bandera navideña, y para ello, déjenme recomendarles un título exquisito que, alejándose de todo misticismo y mensaje religioso (o casi), nos aproxima a una historia familiar, de una sencillez y factura impecables y con un gran transfondo humano, tan necesitado en estos tiempos que corren, donde la escasez de recursos económicos y la calidez familiar han abandonado a la sociedad. Lean La mejor navidad, del extraordinario Chih-Yuan Chen, y dejen que su corazón se alimente de las bellas historias que guarda el mundo en cualquiera de sus recovecos.

martes, 23 de diciembre de 2008

De relecturas e indios



Uno de los derechos inalienables del lector es releer. Un servidor no lo hace nunca, salvo contadas ocasiones. Hace un tiempo lo hacía con una mayor frecuencia, cosa que me sirvió para conocerme un poco mejor, llegando así a la conclusión de que si releer supone caer en una sucesión de decepciones, es mejor vivir del recuerdo de un libro y del momento (bueno o malo) que dicho libro te prestó. Es cierto que ciertos títulos son atemporales y, los leas cuando los leas, tienen el poder de sumirte en la misma atmósfera, llevarte por las mismas sendas, e incluso por otras más hermosas y desconocidas que las de la primera lectura…, pero como esas dotes adivinatorias no están a mi alcance, me conformo con la primera vez (aviso que esto no lo hago en el aspecto sexual… ríanse, por favor).
Por darle utilidad a alguna de estas fallidas relecturas, les conmino a disfrutar de las obras de William Camus (hasta donde yo sé, no le vincula lazo sanguíneo alguno con Albert Camus). De ascendencia india norteamericana, William Camus, nos aproxima al lejano oeste americano, donde la convivencia entre los nuevos colonos, las leyendas nativas y lo salvaje de esta época, empapan de exotismo la lectura. Por citarles algunos títulos de este autor (que creo pueden encontrar en muchas bibliotecas, no me atrevo a decir si está descatalogado o no; no lo he consultado), lean El fabricante de lluvia (me hechizó), Uti-tanka, Pequeño Bisonte, Una india en las estrellas o Azules contra grises. Y si les place, jueguen a indios y vaqueros.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Navidad escatológica


Una mañana de recados puede dar bastante de sí. Sin ir más lejos, el pasado sábado, mientras me encontraba arreglando unos asuntos por el centro de la ciudad, contemplaba atónito el bullicio prenavideño (les aviso que en esta urbe lo de ir de compras es el ejercicio local por antonomasia, que bien lo dice el refrán “En Albacete, ganan cinco y gastan siete”…). Ver como la gente cae en esta irrefrenable y demencial ansiedad de compra-venta es todo un espectáculo (les aseguro que estuve a punto de comprarme unas pipas). Y en éstas estaba un servidor cuando le vinieron a la mente las épocas pasadas. Años en los que, con menos dinero y más imaginación, vivíamos satisfechos y medianamente felices, todo ello sin asistir a terapias psicológicas, que bien mirado, es todo un logro.
Todo está bastante corrompido, no queda nada ya que no sea un puro negocio, ni tan siquiera la literatura. Y si no me cree, pásese por cualquier librería y observe los precios… Otro negocio…
Y tras tanta palabrería, hágame caso: en esta época de regalos y compras sin mesura, reserve cinco euros y, como el que no quiere la cosa, vaya a una librería, busque un libro titulado Culos, escrito e ilustrado por Juan Ortega, “JuanolO”, cómprelo y pida que se lo envuelvan en papel de regalo y, cuando llegue a casa, busque el rincón que más le guste, acurrúquese y rompa el envoltorio, esboce una sonrisa mientras lea el título, ábralo y déjese llevar… Le aseguro que serán los cinco euros mejor invertidos de esta pascua.
Permítanme despedirme con un fragmento de Gracias y desgracias del ojo del culo, otra aportación de nuestro genial Francisco de Quevedo en loor del mismísimo ojete. Y ríanse si la loteria no les ha agraciado, que el texto bien lo vale...
Lo que dicen del culo (los que tiene ojeriza con él) es que pee y caga, cosa que no hacen los ojos de la cara; y no advierten lo cuitados que más y peor cagan los ojos de la cara y peen que no el del culo, pues en ellos no hay sumo que no lo caguen en cantidad de legañas, ni pesadilla o susto que no meen con abundancia de lágrimas, y esto sin ser de provecho, como lo que echa el culo, como ya queda probado.
Lo del pedo es verdad que no lo sueltan los ojos; pero se ha de advertir que el pedo antes hace al trasero digno de laudatoria que indigno de ella. Y, para prueba desta verdad, digo que de suyo es cosa alegre, pues donde quiera que se suelta anda la risa y la chacota, y se hunde la casa, poniendo los inocentes sus manos en figura de arrancarse las narices, y mirándose unos a otros, como matachines. Es tan importante su expulsión para la salud, que en soltarle está el tenerla. Y así, mandan los doctores que no les detengan, y por esto Claudio César, emperador romano, promulgó un edicto mandando a todos, pena de la vida, que (aunque estuviesen comiendo con él) no detuviesen el pedo, conociendo lo importante que era para la salud. Otros dijeron que lo había hecho por particular respeto que se debe al señor ojo del culo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Poemas para un fin de semana


Creo que esto de despedir la semana con unos versos va quedando instaurado a modo de tradición, en la memoria de este espacio. No sé si será bueno o malo, positivo o negativo, pero lo cierto es que regalar estrofas como las siguientes, me parece un buen detalle hacia los lectores. Ahí van las de esta semana. Disfrútenlas.

Habrá que lustrar las estrellas,
pues tienen un aspecto un tanto mortecino.
Habrá que subir a lustrar las estrellas,
pues las gaviotas, las águilas, los estorninos
se quejan de verlas tan deslucidas y apagadas.
Dicen que compremos nuevas, pero son tan caras
que, por favor, id a por trapos
y lustres en botellas,que habrá que subir a lustrar las estrellas.

Shel Silverstein
Habrá que…
En: Hay luz en el desván.
2001. Ediciones B: Barcelona.
Este puente que ves te deja sólo a la mitad del camino
de las lejanas tierras que anhelas, de esos parajes
con sus campamentos gitanos, bulliciosos bazares beduinos,
y bosques de luz de luna donde los unicornios corren salvajes.
Ven, camina un poco conmigo, pues yo ya he sido peregrino
y te mostraré mundos maravillosos por laberínticos repechos,
mas este puente te deja sólo a la mitad del camino.
Tú solito deberás emprender el último y breve trecho.

Shel Silverstein
Este puente.
En: Hay luz en el desván.
2001. Ediciones B: Barcelona.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Españoles





Es indiscutible que los verdaderos reyes del álbum ilustrado son los anglosajones. Aunque podemos destacar algún autor o autora de origen francés o alemán, son británicos, americanos o australiano los se reparten el meollo de los “picture book” (así se conocen por esas latitudes). ¿Y los españoles? ¿En qué puesto quedamos? La verdad es que no he hecho muchas estadísticas ni he consultado los datos editoriales, pero les adelanto que no estamos muy a la cabeza de este género literario propiamente infantil. Esto hecho se debe, principalmente, a que a finales de los ochenta y durante toda la década de los noventa, las editoriales que dedicaban grandes esfuerzos a la promoción y defensa de este género (Altea o Miñón, por citar un par de ellas) desaparecieron, obligando con ello a cambiar las inclinaciones de los autores. De este modo, se pasó de una época con abundantes ejemplos de libros ilustrados de autoría nacional a otra en la que no encontrábamos libros ilustrados, ni españoles, ni extranjeros.
De unos años a esta parte, desde la llegada del nuevo siglo, sorprende ver como florecen numerosos ejemplos de este género sobre las baldas de las bibliotecas infantiles y librerías, gracias, en gran parte, a las editoriales emergentes que apostaron por este género (Kalandraka, Kókinos, OQO, Barbara-Fiore, Los cuatro azules, etc.), así como por los trabajos de nuevos autores e ilustradores españoles. Como muestra de ello, les dejo con La cebra Camila, que bajo las órdenes de Marisa Núñez y Óscar Villán, nos narra la historia de Camila, una cebra que pierde su vestimenta de rayas y que, tras mucho andar llegó a su casa (lo siento, no puedo resistirlo, me parece un encanto de párrafo)…

[…] con un anillo en la pata,
una rayita de plata,
un lindo remiendo azul,
una puntilla de tul,
una cuerda de violín,
un gran cordón de botín,
una cinta en la melena…
y ni una gota de pena
.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Campañas sobre la lectura



Lo siento, pero hoy toca noticia por partida doble... No he podido resistirme a ofreceros este par de fotografías que he encontrado en el blog amigo "Blog de Literatura Infantil y Juvenil Actual"... El lema de esta campaña canadiense reza así:

Cuando un niño no lee, su imaginación desaparece. Entrega un libro al niño que lo necesite, entrega el regalo de la lectura.

Y con esto, me despido hasta mañana.

Imbéciles de la sociedad del bienestar


Cuando tengo que enfrentarme a la costosa tarea de presentarme ante un mostrador y solicitar algún trámite burocrático o cierta información a la administración competente de esto o aquello, noto como se va erizando mi vello corporal y esa sensación de cangrena que va minando los capilares del cerebro, sobre todo si el encargado de atenderme es lo más parecido a un pescuño de magra con ojos. En definitiva: que me pongo enfermo. Y es que, de este tipo de seres está bullendo el funcionariado. Incluso un servidor, a veces, se parece a estos engendros… Pero lo que no soporto (clara evidencia de que me estoy haciendo viejo) es que un imbécil me dé lecciones sobre lo bien que vivimos, cosa que me sucedió la semana pasada… El discurso de este caballero (entrecomillen la calificación si les place) versaba sobre la relación (agárrese) entre “la sociedad del bienestar” (¿Quién acuñaría este término? ¿Algún rico?), las viviendas con algún tipo de calificación, las retenciones desorbitadas que se está gastando la administración –también llamada “clase política”- últimamente (¿será que no tienen ni un duro para pagar los salarios de los que sí trabajamos?) y el derecho a defender la propia vida. Esta disertación, que ya aburre –sea dicho de paso-, espero que no se le ocurra soltarla en algún país castigado por el autoritarismo, la dictadura (de izquierdas o derechas, tanto monta que monta tanto) o la violencia (llámese guerra o como se quiera), porque se puede llevar una hostia por soez e indocumentado.
Y les dejo, que voy a seguir con Guerra y paz (Leo Nikolaievich Tolstoi), a ver si disfruto y de paso, aprendo algo.
Imagen: Ivan Kramskoy. Retrato de Leo Tolstoy. 1873

martes, 16 de diciembre de 2008

Artículos y articulistas


Esto de la LIJ es otro cuento del que muchos, y no me refiero precisamente a los escritores, viven sin ningún tipo de complicación. Y es que se exprimen tan poco el limón, que siguen predicando las bondades de un producto, igual que hace dos siglos, cuando empezó esto de la literatura para niños, otro invento del mercantilismo para diversificar la producción, las ventas y de paso, los gustos.
Algunos intentamos innovar de vez en cuando sacándonos de la manga teorías inverosímiles sobre diversos aspectos de este género literario (así nos va…), mientras que otros, faltos de imaginación, que no de palabrería, repiten hasta la saciedad los mismos argumentos, idénticos discursos…, a lo que digo yo: ¿No se cansarán?
Ejemplo de este reiterativo "modus operandi" lo tenemos en la última edición de ABCD LAS ARTES Y LAS LETRAS, suplemento cultural del periódico decano español, que dedica su portada a la literatura infantil. Si nos internamos en sus páginas interiores podemos leer un artículo de José María Merino que, con toda suerte de metáforas y buena prosa, defiende este tipo de lecturas a través de clásicos como La metamorfosis (Franz Kafka) o Ana Karenina (Leo Tolstoi), acompañando así las numerosas reseñas y sugerencias de lectura que le siguen en las cuatro páginas posteriores. Hasta ese punto, me parece loable y extraordinario este despliegue de recursos para defender, en un medio de comunicación, el tipo de literatura por el que muchos nos sentimos fascinados. Lo peliagudo del asunto viene cuando uno recuerda la anterior edición de este mismo suplemento (o de otro cualquiera) dedicada al mismo tipo de lecturas donde, como por arte de magia, había otro artículo -del mismo autor u otro- contándonos exactamente lo mismo (¿será acaso como “el día de la marmota”?), cosa que, además de empalagosa, convierte a la LIJ no en dulce de leche, sino en puro fiemo.

lunes, 15 de diciembre de 2008

De libros y la niñez


Hace unos días terminé uno de esos libros que le dejan a uno cierto regusto a tristeza en las papilas, las de la lengua (les aviso que mi sentido del gusto está al cien por cien desde que dejé de fumar como un carretero). Creo que esta sensación impregnó mucho más el paladar dado el estado melancólico que arrastro desde hace un tiempo (no se preocupen, será el guaraná). Si a esto unimos la entrecomillada desfachatez del autor por narrarnos unas anécdotas divertidísimas acontecidas en su infancia (N.B.: Como curiosidad y como bien apuntaba Rosa, mi querida lectora, decirles que en este libro se desvela en qué se inspiró Dahl para escribir Charlie y la fábrica de chocolate), para finalizar con ciertos párrafos cargados de una sinceridad aplastantemente humana, pues uno se deshace… Y dejándome de intrigas y otros intríngulis, les hago saber que Boy. Relatos de la infancia de Roald Dahl, es un libro extremadamente recomendado para todos los que quieran conocer el lado más real y humano de un autor que tanta fantasía nos ha regalado con obras como Matilda, James y el melocotón gigante o Las brujas. Una buena lectura para aquellos adultos, esos monstruos dormidos que añoran las correrías del pasado, o para adolescentes en ciernes que dejan a un lado las puertas de la escuela y se adentran al mundo adulto.
Puesto que me lo he leído en la lengua original (inglés), les traduciré unos renglones (esperó hacerlo correctamente, o si no…) dedicados a la labor del escritor que, como todos, también es humano...
La vida del escritor es un absoluto infierno comparada con la vida del hombre de negocios. El escritor tiene que obligarse a trabajar. Tiene que trabajar por sí solo y, si no acude a sentarse al escritorio, nadie lo forzará a ello. Si es autor de obras de ficción vive en un mundo de temores. Cada nuevo día exige nuevas ideas y jamás puede estar seguro de que se le vayan a ocurrir. Dos horas escribiendo dejan a este escritor de ficción absolutamente exhausto. Durante estas dos horas ha estado a leguas de distancia, ha sido otra persona, en un lugar distinto, con gente totalmente diferente, y el esfuerzo de volver al entorno habitual es muy grande. Es casi una conmoción. El escritor sale de su cuarto de trabajo como aturdido. Le apetece un trago. Lo necesita. Es un hecho que casi todos los autores de ficción beben más whisky del que les conviene para su salud. Lo hacen para darse fe, esperanza y ánimo. Es un insensato el que se empeña en ser escritor. Su única compensación es la libertad absoluta. No tiene quien le mande, salvo su propio espíritu, y eso, estoy seguro, es lo que le tienta.


viernes, 12 de diciembre de 2008

Jardinería y otras visicitudes



Sé que esta semana he estado demasiado ácido, así que, para terminarla, he decidido colocar una nota melancólica a este espacio.
Ya es Diciembre e, inexorablemente, las fiestas se acercan. Esta Navidad se presenta dura, sobre todo para aquellos que han perdido su trabajo en el transcurso de los últimos meses debido a esta profunda crisis que ha empezado a azotarnos. Los afortunados, entre los que me cuento, no solemos pensar en aquellos que no lo son tanto y seguimos viviendo con nuestros sueños aderezados de libros, de reuniones con amigos o de otras ocupaciones. También hemos de tener en cuenta que la vida sigue, y para ello, para enfrentarse a ella, hay que obtener fuerzas y un mínimo de esperanza, aunque sea de los libros, de libros como el que hoy les presento, La jardinera, en el que sus autores, Sarah Stewart y David Small, narran la historia de una niña, Lydia Gracia, que, durante la Gran Depresión, se marcha a vivir con su tío a la gran ciudad mientras su padre busca un empleo con el que poder mantener a toda la familia… No les adelanto más. Los libros son como sorpresas que pierden su esencia si alguien entreabre la tapa demasiado…

jueves, 11 de diciembre de 2008

De literatura fantástica y auroras boreales



Con esto de la literatura fantástica, uno se puede volver loco. Y no sólo eso, sino que, además de salir del perol, te pueden entrar ínfulas del misticismo más chungo. ¡Para que luego digan de las Sagradas Escrituras…! Lo cierto es que, al que no le da por la meditación samurai, le viene la vena de las paranoias siderales. Menos mal que tengo humor, si no, con tanto devenir teológico, echaría espumarajos a modo de surtidor. Por lo menos, es un consuelo saber que no incurro en quehaceres pecaminosos mientras leo este tipo de libros (esperemos, porque también pensaba igual el mismísimo don Quijote mientras leía Amadís, y por casi lo excomulgan en la hora de su fenecimiento).
A estas alturas de la vida ya he leído bastantes sagas de literatura fantástica, lo que me convierte en un entendido (esto es como el que se consagra como escritor con su tercer libro en el mercado… gilipolleces). La última que he comenzado (no sé cuándo la terminaré) es La materia oscura de Philip Pullman, de la que he terminado el primer volumen, Luces del norte, libro en el que está basada la película La brújula dorada (éxito de público y taquilla la navidad pasada). Si me piden una opinión, no sabría qué decir… Probablemente me limitaría a proporcionarles adjetivos de contenido neutro como “correcto”, “aceptable”, “ameno”… Pero como este juego versa sobre la contundencia de mi léxico les diré:
- El lenguaje es asequible, ameno. Una obra escrita con corrección y cierta calidad.
- La historia tiene aspectos muy novedosos, sobre todo en lo que respecta al origen de la misma.
- La transformación de la protagonista es enigmática y sutil, se podría decir que elegante.
- No me gusta demasiado el cariz místico del argumento.
- La eterna lucha entre el bien y el mal que caracteriza a este tipo de obras, se diluye no sé por qué derroteros.
- Clara novela juvenil para lectores algo maduros.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Personificación y recursos literarios


Creo que todos, de pequeños, para pasar el rato y divertirnos a tutiplén, nos hemos inventado historias, gigantescas superproducciones en las cuales, los juguetes (pocos o muchos, dependiendo del poder adquisitivo de la época y la familia) cobraban vida y se tornaban personajes de las más surrealistas escenas. En mi casa, las estrellas eran las “barbis” y los “argamboys”, dos clásicos de la industria juguetera.
Esto ha pasado desde tiempos inmemoriales hasta hoy día, véanse las muñecas de marfil romanas o los modernos robots.
Soldaditos de plomo, muñecas de trapo, camiones, coches de juguete, un poco de imaginación y… nos sobra para ser felices por un momento.
Esto de la personificación es algo muy utilizado en todo tipo de literatura, de un modo más común en la Literatura Infantil. Son muchísimos los personajes literarios que han adquirido vida y han sido presa de las más azarosas aventuras, desde el cascanueces de E.T.A. Hoffmann, hasta el trompo y la pelota de Andersen. Pero la cosa no queda ahí… Dos de mis álbumes ilustrados favoritos recurren a este recurso para desarrollar un par de buenas historias, y se da la casualidad que los dos personajes de ambos libros sean dos marionetas.
En primer lugar cito Clown, genial obra de Quentin Blake que, sin palabras y con su colorido acostumbrado, nos relata el periplo de un payaso muy especial (les aviso que no está editada en España, cosa que me sorprende dado su éxito arrollador en los países anglo-hablantes).
El segundo puesto es para Gabrielle Vincent y La pequeña marioneta. Esta vez, el trazo de lápiz tan característico de la autora nos narra las peripecias de una marioneta, su titiritero y un niño que asiste a la función. Esta última, sí está disponible en nuestro país. Disfrútenla.

martes, 9 de diciembre de 2008

Aciertos vs. decepciones



De vez en cuando, contemplo alguna exposición, generalmente pictórica, y me asalta ese comentario en voz baja que me repite una y otra vez “¿Y esto es arte?”. Pese a ello y mi relativa instrucción (lo poco o mucho que sé de arte lo he aprendido pasando la mañanas de los domingos en el Museo del Prado… ¡En algún sitio había que esconderse del consumismo y del frío!), no me aventuro en ejercer de crítico de arte (no está un servidor para tantas masturbaciones mentales…), así que, lo más que hago es decir si me gusta o no. 


La pintura, la música, la escultura, la literatura... Todas las disciplinas artísticas son susceptibles de cuestiones como esta, algo que no quiere decir que no tengan calidad, sino que el observador, el espectador, no encuentra en ellas el suficiente acicate. ¿Esta es una razón plausible para mandarlas –como decimos por aquí- al pijo?
Una historia simplona, unas ilustraciones ilegibles, o un papel nefasto pueden ser motivo de aparcar un libro en el estante, y no pasa absolutamente nada. Lo realmente peligroso es acostumbrarse a denostar el trabajo de otros siempre que no entre dentro de nuestros estándares palatinos, algo que sucede con mucha frecuencia en el mundo de la literatura infantil, en mi caso, el primero.


En ciertas ocasiones hay que dejarse llevar por el nombre de algún/a autor/a de renombre que nunca hallamos comprendido fetiche,  exponerse a su trabajo, darse de bruces con algún realidad incomoda que con anterioridad habíamos tachado de castaña pilonga, y diseccionarla con minuciosidad. Y así, independientemente del nivel de engreimiento de cada uno, reconocer que educar la mirada sobre los libros, el arte y la cultura es un ejercicio maravilloso. no solo porque muchas veces los miramos con osada ignorancia, 
Y sucede que, cuando empezamos a perdernos por recovecos inexplorados, una extraña sensación se adueña de nosotros, y poco a poco, con sorpresa y diligencia, encontramos más y más aciertos, un hallazgo que de repente enciende nuestra consciencia y se presenta ante nosotros la obra de arte. 


El último caso de esta índole se me ha presentado con las dos últimas obras de Kveta Pacovska que he leído y experimentado. La genial Kveta lo vuelve a hacer desde esa mirada suya con Caperucita roja y Cenicienta, dos cuentos clásicos de los hermanos Grimm que tiene Kókinos dentro de su catálogo (su versión de Hansel y Gretel todavía no está disponible en castellano).


Referencias iconográficas, trazos y formas como elementos lúdicos, y el color por bandera, hacen de sus propuestas vanguardistas una forma única de conocer estos cuentos tradicionales. 


Para conocer más detalles sobre el estilo, la vida y obra de esta genial artista, haz click en este enlace y continua indagando sobre la sorprendente Kveta.

Pon un/a bibliotecario/a en tu vida



Si usted quiere proveerse de algo literariamente bueno, ponga un bibliotecario en su vida, y si no es de su propiedad, al menos compártalo, aunque sea un par de horas, con los usuarios de la biblioteca más cercana. Yo no sé cómo lo consigo pero, allá donde me dirige la docencia, allí que me topo con algún/a bibliotecario/a dispuesto a saciarme de buenas lecturas ¿O seré yo el que los atraiga?... en fin, que lo mismo da, que da lo mismo, la cuestión es aproximarse al mundo de los libros, que para eso hemos venido: a toparnos con un título desconocido, a chismorrear sobre qué lee el de al lado, que mira que edición tan inapropiada, que si cómo te gusta esa escritora, que si a yo a Boston y tu a California… Para eso están las bibliotecas y los/as bibliotecarios/as.
Y hablando de ambos, la lectura que hoy me he sacado de la manga no podía ser más indicada. Es un título que destila mucho cariño entre el personal de las bibliotecas, tiene un no-sé-qué, algo especial… El secuestro de la bibliotecaria (supongo que Margaret Mahy y Quentin Blake se habrán hecho de oro con esta obra) es un ejercicio de amor por el gremio bibliotecario (sobre todo por las féminas que desempeñan dicha labor), las bibliotecas y los libros escrito con mucho buen humor. Conservo dos recuerdos de este libro. El primero, que me encantó en su día, y me sigue encantando, es esa escena donde los bandidos, convalecientes de sarampión, escuchan los relatos de la bibliotecaria con verdadera pasión… El segundo son sus ilustraciones, con las cuales, no sólo me he deleitado mientras leía el libro, sino en una exposición que realizó el British Council junto con la Biblioteca Nacional hace unos cinco-seis años en Madrid: verdaderamente deliciosas.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Puntos


Esta semana (laboral) ha llegado a su fin. Algunas veces, cuando algo es tedioso e insufrible y se acerca el fin, suspiramos de alivio y el horizonte se amplía. Otras, las menos, deseamos con intensidad que algo con lo que disfrutamos enormemente, nunca termine. Existen finales para todos los gustos: con lágrimas, de sonora carcajada o de indiferencia. Unos presagian nuevas situaciones, ansiados encuentros, y otros dan el campanazo final a esa página de nuestra vida. Por lo general, somos bastante exigentes con los finales. Por extraño que parezca, si el final es de esta o aquella manera, de esa o aquella manera valoramos todo el proceso, como ejemplo, un libro: si el final es triste, el resto de las páginas también lo son aunque la novela nos llene de amplias sonrisas.Pese a todos los principios, todos los comienzos, y a lo tajante de mi persona, soy de los que prefieren los puntos seguidos o los puntos y aparte. Los finales tampoco están mal, pero la mayor parte de las veces, nos incitan a olvidar, a separarnos, abandonar y aparcar. Por ello, el de hoy es un punto y seguido hasta la próxima semana. Es un punto de color rojo. Un punto rojo.

Una caja un poco loca y un punto rojo. […]
Seis sierras ruidosas y un punto rojo. […]
Ocho pompas de papel y un punto rojo. […]
[…] Diez serpentinas ensortijadas y un punto rojo.

Puedes encontrar todo esto y mucho más en un libro-álbum excelente de David A. Carter. Uno de los mejores ejemplos actuales del “pop-up”. Y punto.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Lección de ecología


Dado que ayer no tuve otra cosa mejor que hacer que defender el ecologismo, hoy, me redimiré de tamaño pecado con un discurso de ecología (no es lo mismo). Para ello me serviré de la televisión… ¡Inaudito! (qué necio soy, con lo que me ha gustado la tele y yo aquí, yendo de progre…).
Hace un par de años, cierto sábado, por casualidad, en la segunda cadena de TVE, me topé con una entrevista a Josefina Castellví, una de las científicas españolas galardonadas con el premio Príncipe de Asturias en su categoría científica por su trabajo en la Antártida a bordo del Hespérides. Además de relatar experiencias maravillosas, el entrevistador le pidió su opinión respecto al cambio climático. Ella, como buena científica, sin dejarse llevar por las corrientes políticas del momento (lo peor que le puede pasar a un intelectual es comulgar con este u otro partido, ya que pierde la equidad, por no hablar de la libertad…), respondió que, esta crisis climática de la que se habla, sabemos, con toda probabilidad, que forma parte de las innumerables crisis climáticas que ha experimentado nuestro planeta a lo largo de su existencia. Lo que desconocemos de esta crisis es, en qué grado, la intervención humana es una de las causas. También apuntaba Castellví que la prevención es una gran baza, teniendo en cuenta que las Apocalipsis ecológicas, no son capaces de destruir nuestro gran hogar, pero sí amenazar nuestra misma supervivencia.
Y para apoyar esa prevención que facilite el equilibro de la Tierra, hoy les invito a deleitarse con las páginas de un álbum ilustrado ciertamente espléndido, brillante.
El canto de las ballenas, de Dyan Sheldon y Gary Blythe es una sencilla fábula que defiende ciertos aspectos sobre el amor a la naturaleza a propósito de los anhelos de una niña: su principal deseo es oír el canto de las ballenas. La historia, acompañada por las deliciosas imágenes de Gary Blythe, -no comprendo como el pincel de este hombre es capaz de captar tanta magia en el rostro de un niño- es un lujo para los sentidos.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Paisajes mohicanos


Tenía cierta compañera en la facultad. Sandra. Era buena chica. Si pudiera destacar algo de ella (no suelo juzgar tan gratuitamente, ya que lo mío es cobrar), me remito a uno de mis recuerdos… Uno, cuando se dedica al estudio del planeta que habitamos, su medio físico, los seres que lo pueblan, viaja y contempla, disfruta de la naturaleza, de lo que le ofrece su mundo. En estos viajes, Sandra era muy dada a obnubilarse mientras contemplaba el paisaje, el horizonte, los cielos, valles y montañas, inmensos bosques y pequeños desiertos, y con frecuencia, lloraba, decía que se le encogía el alma divisando aquellos lares.
Tiempo ha de aquello. Lo curioso es que, últimamente, también siento aquella especie de congoja que fluía por Sandra, sobre todo mientras leo (que no es mirar) algún paisaje, mientras imagino los lugares que aparecen en ciertos párrafos, en ciertos libros. Recrearse en esas visiones que nos regala la buena literatura, no sólo es un placer para la mente, sino también para la vista, la imaginación.
Hablando de paisajes, he recordado El último mohicano, la obra de James Fenimore Cooper, que, aunque ya he hablado de ella en alguna otra ocasión, no puedo olvidar a la hora de hablar de literatura y paisaje. Además de las hermosas estampas de Delaware y Dakota que describe, así como de transportarnos a épocas donde las aventuras eran inevitables, enmarcando personajes definidos y ejemplares dentro de la tradición literaria, se podría decir que es un referente de la filosofía ecologista, ya que en ella, debido a la presencia de los pueblos indios norteamericanos, se recogen discursos con grandes valores, todavía vigentes en esta época, donde el cuidado del planeta Tierra se hace apremiante.

martes, 2 de diciembre de 2008

Recomendaciones y comentarios



Hasta Málaga, para Dani.

Una de las razones por las que comencé a elaborar este espacio, fue (y sigue siendo) la necesidad. Necesitaba conocer gente que compartiese esta parcela que es la LIJ. Y parece que el asunto va dando sus frutos… Esperemos que dure y dure, simplemente por ampliar los horizontes, enriquecernos mutuamente, por comenzar un concierto donde cada uno toque una misma melodía con distintos instrumentos. Esa es la razón por la que me gusta leer vuestros comentarios, vuestras aportaciones, daros voz.
En uno de esos comentarios, un seguidor malagueño (con lo lejos que pilla…), me hablo sobre el libro de hoy, El señor de los ladrones, de Cornelia Funke, y un servidor, como buen catacaldos que es, acudió a la biblioteca en pos de la citada obra que destriparé a continuación:
Es cierto que la Cornelia Funke no me apasiona, y eso que vende lo que no está escrito con su saga de literatura fantástica (Corazón de tinta y demás), pero en este libro he encontrado aspectos destacables. Sin duda, el mejor de ellos es el protagonismo de Venecia, ciudad donde está ambientada la novela. El paseo por sus calles, plazas y rincones es una gran baza (tenía usted razón, Don Dani). En cuanto al argumento, me parece aceptable, correcto. Aunque repite ciertos elementos recurrentes a obras cumbre de la Literatura, como Oliver Twist y Peter Pan y Wendy, tiene ciertos puntos que sorprenden, sobre todo, detalles mínimos de los personajes, de las situaciones, sus palabras…
Y para no borrar toda su magia y encanto, me despido, no sin decir que es una obra amena muy recomendable para lectores entre 9-11 años.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Revolución gráfica



De unos años a esta parte, el mundo del diseño y la imagen ha experimentado una auténtica revolución. Será que eso de lo digital ha supuesto zancadas de gigante en un campo antes desconocido por muchos. De hecho, tanto ha sido así, que muchos de los ilustradores de literatura infantil se han lanzado a esta moda del tratamiento de imágenes a base de técnicas informáticas. Y la verdad es que tienen su público. Eso sí, creo que conseguir un buen libro que prenda en el pequeño lector, gracias a medios de ultima generación, es bastante difícil. No sé porqué, pero no abundan…
Por defender alguno de estos títulos citaré los creados por Istvan Banyai: Zoom, Re-Zoom o El otro lado. Todos ellos son libros que, además de proponer una ilustración más próxima al cómic o la novela gráfica que a las clásicas ilustraciones a las que estamos acostumbrados, establecen un juego entre el espectador y la imagen utilizando para ello la perspectiva, la óptica, el tamaño relativo o la situación del observador. Aunque no contengan ni letra, ni imágenes de tipo pop-up o recursos interactivos, son verdaderos libro-juegos que, con sencillez y sin parafernalia añadida, captan la atención del lector.
Muchas veces, con tener una gran idea, con hilar, enlazar y relacionar conceptos (es de lo que trata el lenguaje), se pueden narrar magníficas historias en ausencia de la máxime literaria: la palabra.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Viernes...


Como no sabía de qué hablar en un viernes como este, he decidido echar mano de mi particular biblioteca (espero ansioso el día en que, mis queridos seguidores, os animéis a organizar una colecta con el fin de regalarme un elegante librería donde poder colocar los cientos de volúmenes que se agolpan sobre las baldas de la actual… ¡pobrecilla!) y comprobéis que la uso.
No os extrañéis pues, por lo general, en los hogares a los que acudo como invitado, constato que las librerías son simples almacenes atestados de polvo y basura editorial que sirven de adorno y reflejo del tronío familiar. Yo al menos me gasto el dinero en libros que utilizo, aunque sólo sea para vuestro disfrute, no como el 99% de los títulos que adquieren esos bibliómanos aficionados a la revista El mueble, que bien podrían servir para prender la estufa en estos días de temperaturas extremas.


A lo que iba, que hoy dedico mi espacio a mi admiradísimo Arnold Lobel, genio y figura de la Literatura Infantil. Aunque muchos entendidos en esto de la LIJ (como yo) os coman el seso con cientos de nuevos autores y que las editoriales/libreros se empeñen en que paguemos hasta cuarenta pavos por un libro (¡manda huevos con los artículos de extrema necesidad!), existen primeras lecturas exquisitas y atemporales muy aptas para todos los bolsillos.
Es por eso que hoy les traigo la serie de Sapo y Sepo. Yo no sé por qué edición irán ya, pero el caso es que estos las aventuras de estos personajes son atemporales. Editadas en castellano por Loqueleo, las historias de esta pareja de batracios encandilan a todos los niños, algo que no es de extrañar, pues sencillas y humanas se adhieren a la idiosincrasia universal de la amistad. 


Situaciones absurdas llenas de torpeza, sinceridad y humor llenan las páginas de unos libros que, a pesar de no ostentar un colorido llamativo, siempre encuentran montones de lectores. Veinte historias que pueden encontrar en cuatro libritos de tapa blanda y tipografía caligráfica (mis favoritos por lo útiles y baratitos), o en un  solo tomo con tapa dura (de reciente edición e ideal para regalar).
Historias de cometas, de sombreros, sobre una carta o de una carrera en trineo, son los resortes narrativos que Lobel utiliza en unos libros muy queridos por él y que recogen de un modo magistral la esencia de álbum-serie. Con un lenguaje próximo, una gran admiración por la naturaleza (¿Acaso no les recuerda a Beatrix Potter?) y recursos como la metaliteratura (inserta cuentos en otros cuentos) este gran autor nos traslada a un mundo muy particular, una especie de exorcismo personal que le permitió vivir en lo más profundo de sí.


jueves, 27 de noviembre de 2008

Del otro lado del Atlántico


Andaba buscando un libro que recomendar allá, tras el Atlántico, en alguna ribera hermana en las que se habla nuestra lengua, y pese a todo, no daba con él, así que aplacé la ocurrencia para otra ocasión en la que los hados estuviesen de mi parte (a veces la espera es la mejor solución…), y sin ir más lejos, esta mañana, he hallado lo que tanto perseguía… Una participante de un curso en el que desempeño el papel de docente, me preguntaba si, para realizar una tarea, podía valerse del cuento de María Cristina da Fonseca titulado La caimana. Uno, a veces, no puede hacer otra cosa más que sorprenderse de su ignorancia, así que, con la obligación de aceptar su sugerencia y mi propio desconocimiento, me he sumergido en la red y he hurgado hasta dar con dicha autora. Tras mucho ensayo y error, he logrado encajar sus datos biográficos: chilena, abogada, escritora, galardonada con algunos premios notables y alguna cosa más (les confieso que no he sabido valorar ya que, la mayor parte de las veces, Internet obvia muchos datos interesantes, pareciéndose más a un catálogo de curriculum vitae que a un ente de verdadera información). Siento decirles que, hoy por hoy, lo único que puedo ofrecerles sobre esta autora es un fragmento de su obra Memorias de la arcilla vieja (sólo con este título exquisito ha conseguido encandilarme, ¿a usted no?), una obra considerada como material didáctico complementario por el Ministerio de Educación chileno… que ya es bastante…

Así era mi madre. Montaña Alta se llamaba. Tenía las manos ásperas como la tierra y llevaba el olor del humo y el tinte de la arcilla en la piel. Yo la amaba con la profundidad que tiene el río y la altitud que, a veces, alcanza la cascada. Y permanecía quietita a su lado, mirándola hacer sin cansarme, atenta a cada uno de sus gestos y palabras, pues siempre llevé en mí la ambición de poseer los secretos de la greda mojada.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Biblioteca y Escuela

Hace unas semanas fui invitado como ponente a un curso dirigido a bibliotecarios. Versaba sobre la colaboración biblioteca-escuela, todo un hito, ya que es una de las grandes tareas pendientes entre la Educación y la Cultura. Al principio me dije, “Román, ¿qué coño haces aquí?”, puesto que no sabía qué podía aportar (NB: Ha de comprender el lector que, un maestro, rodeado de gestos serios y extrañados por parte de una buena representación del ámbito bibliotecario -esa era mi percepción-, sintió verdadero pánico escénico…). Más tarde, conforme pasaban las horas, me sentí mucho más capaz, menos bicho raro… Expliqué la realidad de la escuela, sus puntos débiles, sus armas eficaces, di unas pinceladas sobre su gestión, de su estructura, acerca de los que allí trabajan…, cosa que, según me comentaron después, les había parecido muy productiva. Que ellos, bibliotecarios, hubiesen aprendido algo sobre mi mundo, no les abría la puerta de par en par, pero sí les anunciaba un sendero débilmente iluminado. Y me alegro porque, dejando a un lado todos los planes de colaboración desarrollados por esta o aquella administración, esa fue la verdadera cooperación entre la biblioteca y la escuela: ellos y yo, yo y ellos. 
Esta situación me hizo recordar a uno de esos pioneros en el trabajoso arte de llevar los libros a la escuelas (no le resultó demasiado difícil puesto que era maestro), Gianni Rodari. Creador del binomio fantástico y autor de Cuentos por teléfono, Cuentos escritos a máquina, El libro de los por qué, Los enanos de Mantua y Cuentos para jugar entre otros, durante toda la década de los 60, recorrió las escuelas de Italia, no sólo para contar sus historias, sino también para responder las preguntas formuladas por los alumnos. De ese enriquecimiento mutuo, nació su imprescindible Gramática de la fantasía, que como dijo el propio Rodari, Espero que estas páginas puedan ser igualmente útiles a quien cree en la necesidad de que la imaginación ocupe un lugar en la educación; a quien tiene confianza en la creatividad infantil; a quien conoce el valor de liberación que puede tener la palabra.