lunes, 28 de abril de 2008

Frederick



Soy crédulo. Es irremediable. Crédulo e imbécil. Muchos pensarán que son dos características bastante negativas, pero a mi parecer son dos magníficas cualidades. El crédulo tiene gran fe en los demás, en lo cierto de lo humano, cree en lo tangible de esta especie, la humana, su existencia y consecuencias. Y la imbecilidad tiene suma importancia: los imbéciles no sufren, viven despreocupados de todo lo que les rodea, permanecen alegres en los límites de su ser y estar. Como los perros recostados al sol de enero existe el imbécil, sin juicio ni sinapsis nerviosas que consuman calorías. 


No sé a que viene este discurso absurdo-dialéctico… Simplemente pretendía escribir sobre uno de mis libros favoritos, por no decir El Favorito. Frederick me fue presentado por una bibliotecaria, mi amiga Amparo, hace unos años y, desde entonces, Frederick y yo nos seguimos abrazando de vez en cuando en una lectura sencilla, cálida y soberanamente agradable. 
Frederick es uno de los motivos por los que sonrío todas las mañanas, por los que me lleno de autoestima todos los atardeceres y desbordo de voluntad al día siguiente. Puede parecer absurdo que un libro tan sencillo te embriague de ese modo, pero en su sencillez reside también su éxito. Un servidor gusta de lo sencillo, lo inteligible, lo cercano y lo radiante. Sí, porque Frederick es radiante. Es ese ratón que recoge rayos de sol para los días de invierno, también colores para los días grises y palabras para poder conversar mientras cae la nieve afuera. 


Desde la inversión moral de la fábula archiconocida de La cigarra y la hormiga, Leo Lionni nos muestra la cara amable de la vida, enfrentando el realismo al idealismo, alzando la autoestima por encima de otros valores, abogando por la virtud de compartir la utilidad de lo material y la belleza de lo intangible.
A veces me siento Frederick, por ello, lectores (denoten ese aire solemne), os regalo las palabras, riego con el sol vuestra sonrisa y empapo de colores esas miradas cada vez que visitáis este espacio. 
Lo dicho... ¡Seré crédulo e imbécil!


viernes, 25 de abril de 2008

Al amor...


A S.H.C.

¿Qué es el amor?
Hablan los románticos del motor del mundo cuando se refieren a este sentimiento, unas veces contrapuesto, otras, correspondido, pero la mayoría de las veces agradable. Luego está San Valentín, que se supone que es ese día en el que los amantes celebran que lo son, no está mal, teniendo en cuenta que sentir esa cantidad de sensaciones no es despreciable para nadie, ya que muchos las anhelamos.


El amor tiene dos caras bastante evidentes, una para los que aman y otra para los que no lo hacen. Es una cuestión de decisiones, o porqué no, de indecisiones. Prioritario o no, está claro que esto de las artes amatorias urge a más de uno y una, luego, evidentemente, vienen las decepciones, los desprecios y las frustraciones, pero ¿de dónde? Piensa este humilde servidor que de nuestra más básica educación. No estamos educados para amar, no amar, ser amados o no ser amados, y en el momento actual, todavía menos.


Amar es amar, dice el título de cierta película, pero amar no se ha de convertir en una mera necesidad, como pueden serlo orinar o defecar, amar también es compartir, amar también es comer y beber, amar es sentir y caminar. El deseo sexual nace del amor, del desamor o de una cogorza descomunal, pero el amor no crece con el mero riego del sexo. Tampoco vive Cupido en los corazones de los amantes dependientes, ni en la mente de los que se reprochan cientos de caricias y palabras; tampoco vibra en las almas vacías. Los verdaderos amantes se aman a sí mismos mientras que los embusteros no aman a nadie.


Por otro lado, tenemos el amor ideal, ese del que todos maman, pero nadie siente... amar es una sonrisa, amar es una caricia, amar es reír, amar es soñar... ¡Lástima de aquellos que han dejado a un lado el amor por ser incapaces de reconocerlo!... Siempre les quedará el Hipercor...
Y hablando de amor, continuemos con el desamor, con el agrio roce del olvido. Ese desinterés que nos condena a la soledad menos satisfactoria de todas, la del que quiere sentir y es arrinconado. Es triste ser vapuleado por el titán de la indiferencia, pero más ignominioso es no amarse con la dulzura de tus solas caricias. El amor es un juego perdido… hasta que se desvelan todos los naipes y finalmente ganas la partida.


Y en un día como hoy, tan amoroso, amatorio y amado, por lo menos para mí, me gustaría recomendar un título, recién sacado de los hornos editoriales, que versa sobre todos estos asuntos tratados, concretamente con las artes del enamoramiento, titulado Un millón de mariposas (escrito por Edward van de Vendel e ilustrado por Carl Cneut). Integrado en ese grupo de “libros hermosos y agradables”, me hubiera encantado recibirlo en este San Valentín… “Ea”, así es el amor…. y también la soledad.


PD: Se me olvidaba decir que, si quieren saber algo más sobre el verbo “amar”, pregúntenle al monstruo del joven doctor Frankenstein, que anhelaba hacerlo con todo su ser y le era imposible… ¡Cuán paradójica es la naturaleza humana! (y la inhumana…).

jueves, 24 de abril de 2008

Centenarios y otras efemérides...


Ayer, durante la celebración del Día del Libro, decidí llevar a cabo una personal forma de festejar de esta fecha con una actividad de animación a la lectura basada en poemas de Antonio Machado...

El pasado año y en el transcurso de este 2008, se celebra una efeméride especial para el mundo de la literatura, sobre todo para los sorianos. Uno de los poetas españoles más universales, Antonio Machado, llegaba, hace 100 años, a Soria para ocupar la cátedra de francés del único instituto que existía en la ciudad a principios del siglo XX.

Versos inigualables surgieron de este encuentro, estrofas clave de la literatura española, una enorme huella que dejó en esa tierra sobria en el poeta sevillano, tan grande como la que dejó en nosotros, un importante legado que año a año se engrandece con el recuerdo de sus palabras.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

lunes, 21 de abril de 2008

Días y libros


La semana pasada la dediqué al ingenio y la imaginación, ambos en servicio de la lectura en las aulas, ya que se aproxima el Día Internacional del Libro, fecha de obligada devoción, sobre todo para muchos libreros, que se frotan las manos ante la previsión de ventas.
Las compras de libros aumentan de manera “alarmante” –sugiérale ironía este adjetivo- en estas fechas, todo un consuelo visto lo mal que va el tema lector. Según las estadísticas, en estos días se realizan un diez por ciento de todas las ventas anuales de libros. ¡Me maravilla semejante derroche en algo tan fútil como la cultura! –de nuevo la ironía-..., aunque la fiabilidad de los datos, como los de todas las estadísticas, depende del lado del que se miren...
Es incuestionable que compremos más libros en torno al veintitrés de abril, pero ¿por qué lo hacemos? Lo manda la televisión, el gobierno, la oposición, el clero, Zapatero, Rajoy y hasta Pilar Bardem… Todas ellas, razones de peso, perdóneme usted.
¿Y el motivo, la causa de este gasto en cultura? ¿Serán esos instantes febriles que todos tenemos? ¿Quizá las ganas de colaborar con el salario del escritor? O, porqué no, ¿gastarnos la pasta en algo que no sea el imperio Inditex?... Motivos hay, la cuestión es que sean de peso. Eso sí, con el dinero, cada uno hace lo que quiere, pese a versos de Quevedo… Poderoso caballero es don Dinero…
La segunda premisa a tener en cuenta es ¿qué se compra? Jorge Bucay, Paulo Coello o Rhonda Byrne seguro que son los más solicitados estos días, toda una lástima, teniendo en cuenta el dedo de polvo que engrosan ciertos títulos como Guerra y paz o Los hermanos Karamazov, mucho más hermosos y quizá más productivos.
Pero en fin, estas cosas pueden ser obviadas si, al final de este día nace un lector más. La cuestión es leer, y en esta fecha hasta el más abnegado recuerda aquello de En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…
Está claro que muchos de nosotros no veríamos inconveniente alguno en eso de celebrar este día los trescientos sesenta y cinco días del año, claro está que, si lo hiciésemos, probablemente surtiría el efecto contrario: algunos no leerían en todo el año. Así que, conformémonos con un día, menos da una piedra.
Fotografía: Chema Madoz

viernes, 18 de abril de 2008

Mundos creados


Vivimos en un mundo absurdo. Cada vez estoy más convencido. Crímenes atroces, precios psicodélicos, padres despreocupados, hipotecas desenfrenadas, amores olvidados, niños abandonados, putas de renombre, amas de casa aparcadas, multimillonarios muertos de hambre, bombas con sabor a falafel, madres defensoras de la lactancia repudiadas por hacer gala de su condición humana, terroristas que apestan a caviar, sexo, mucho sexo sin fuste, sin reparos y sin consciencia, sexo, mucho sexo embriagado, inmaduro y tímido. Mucho de todo y poco de nada.
Muchas veces me siento embriagado de cierta tristeza absurda, no de esa que se limpia con lágrimas, no. Es esa tristeza que envuelve el aire, que parece niebla, que encoge tu ser como hebra de lana al calor de la llama, que te atraviesa y ensombrece la sonrisa. Lívida, fría e indiferente, suave y soñolienta.
Una vez que ese fantasma escapa de mi lado, respiro una mezcla de nostalgia y melancolía. Huelo a otro tiempo: a fritillas de sartén, cáscara de naranja y masa de croquetas recién hecha, a ceras blandas y polvo de tiza, a pólvora quemada y al brote de los olmos, de la cebada despuntando; siento el frescor del pasado y viajo al futuro, donde viven los sueños. Suspiro y sonrío.

No se escandalice, lector, por la intimidad que hoy le he confiado, después de todo, cada uno de nosotros, por derecho y condición natural, tiene una república particular. Ese lugar que sólo nosotros conocemos, donde soñamos y brincamos por los pensamientos, enhebrados en el hilo transparente de una telaraña, tejidos por sonrisas, teñidos del color añil del cielo y enjuagados por las nubes de verano. Pensamientos absurdos, alegres e imposibles. Cactus que engendran fresas, hogares de merengue y guindas, fábricas de juguetes y ríos que no fluyen, nubes que descargan melones y árboles que fructifican tuercas y tornillos.
Y le parecerá extraño, pero le confieso que conozco muchos de estos países y lugares extraños. Sitios imaginados, donde habita lo desconcertante. Conocí a una tal Alicia, hablaba incansablemente del lugar donde vive un conejo, el sombrerero y el gato, también una reina (1)… Oí hablar de aquel país, el de la segunda a la derecha y todo recto hasta la mañana (2)… De otro: el país de Jauja (3)… Son muchos, creo que demasiados, los que puedes visitar.


… No, no sé cuanto cuesta el peaje…, creo que depende de la voluntad, de lo que esté dispuesto a pagar, a dejar atrás, a compartir… De lo que lea.

(1) Carroll, Lewis. Alicia en el País de las Maravillas. Blume: Barcelona.
(2) Barrie, J. M. Peter Pan y Wendy. Blume Barcelona.
(3) Kasparavicius, Kestutis y Segovia, Francisco. El país de Jauja. Fondo de Cultura Económica. México.


Fotografía: Iñaki Larrimbe

miércoles, 16 de abril de 2008

Sexo... y Babette Cole


Y besarte. Y fundirnos como chocolate con chile. Y buscar en la humedad de tu mirada esa pizca de picardía que yergue las partes más ocultas de mi cuerpo. Y reír con las cosquillas de tus caricias. Lamer tus labios, primero el de abajo, más tarde el superior, mientras entornas los ojos y me pides más calor con tu mano. Bailar con nuestras cabezas tomando como eje la unión de ambas narices, la tuya y la mía. Empezar los abrazos para no concluir jamás. Elevando la temperatura de nuestra carne en una constante fricción que busca el placer mutuo. Hurgas bajo la textura de mi ropa, anhelando el contacto con mi piel. Te estremeces bajo mi tacto, delatado por el sudor que te cubre. Palpo bajo tu abdomen y noto tu sexo enhiesto, lo que me agita sin medida. Juego con el cerrojo de tu pantalón, sonriente y ansioso por descubrir el placer que ha de penetrar en mi interior. Acerco mi boca a tu ombligo y lo rodeo con un trazo de mi lengua. Tu respiración se acelera y contemplo esa boca entreabierta disfrutando de mi turno en el deseo. Coges mi cara entre los dedos y la aproximas a la tuya, buscando el nudo de nuestras lenguas. Introduces las manos bajo el algodón que cubre mi trasero, despacio, suavemente. Lo descubres mientras lo rozas con las yemas de los dedos. El magma que nos recorre las venas caldea la mañana, evapora el perfume que emerge de los resquicios de tu cuerpo. Y te siento. Y me sientes.

Una vez introducido el lector en la lid del sexo, hablemos de lo que nos ocupa: los libros.

Según muchos psicólogos, introducir al niño en el universo sexual es bastante sencillo: el niño es instintivo, descubre por sí solo y de manera experimental la sexualidad y su funcionamiento. No dudo de estas opiniones, pero soy algo escéptico. Cuando una sociedad (podemos tomar como ejemplo la que habita en España, formato de nación privada de libertad moral y expuesta durante siglos al yugo del pensamiento clerical) adopta una postura desleal a su condición animal, el mismo tabú se convierte en grillete del pensamiento colectivo. De ahí que el sexo, además de prohibido, sea tan morboso. Y ¿cómo una sociedad puede educar a los infantes y jóvenes en asuntos espinosos como el sexo, si vive lastrado por sus prejuicios? Hay que despabilar, amigo lector. Uno de estos ejemplos despiertos es Babette Cole, afamada autora de libros ilustrados, que con esos tonos pastel que caracteriza a sus creaciones se libera de los prejuicios en ¡Mamá ha puesto un huevo!, uno de sus mejores títulos, que aborda las relaciones sexuales bajo un prisma científico y desbordante de humor. Una recomendación: lea y practique.

lunes, 14 de abril de 2008

Regalos


Por lo general, no suelo reaccionar muy bien a las sorpresas, sobre todo si son buenas. Créame, mi pudor me impide muchas veces corresponder como se espera que lo haga frente a un regalo, una bonita circunstancia o un evento emotivo. De todos modos, no estoy demasiado acostumbrado a ese tipo de sorpresas, casi siempre testimoniales en mi vida… quizá ese sea otro de los motivos: la falta de costumbre.
La mayoría de los mortales se alegran con semejantes sorpresas, unos pegan saltos de alegría, los menos lloran y otros se ríen sin mesura. Hay de todo en este enorme viñedo que es la vida y ahí, también entramos los que ponemos cara de imbécil y se nos anuda la lengua (y mira que es cosa rara…). En fin…

Me han regalado de todo. La ropa es muy socorrida, sobre todo las camisetas (sigo empeñado en que me obsequien con algunos calzones, bonitos y coloridos, pero no hay manera de conseguirlo… sé que es un fetichismo sin objeciones pero me pierde la ropa interior… nadie es perfecto…). También me han regalado una cometa, muchos mecheros (antes los coleccionaba), carteles de diversos eventos y alguna fruslería que otra. Libros pocos, la verdad… Dos de los últimos que me han regalado los tengo en alta estima: La cocina de noche, de Maurice Sendak y Un paseo por el parque, de Anthony Browne.
El primero fue el obsequio de un amigo. Se empeñó en regalármelo aunque en un principio fuera una petición de favor. El ejemplar que guardo procede, con toda probabilidad, de un expurgo de la Biblioteca Pública de Dallas (estado de Texas), aunque me consta que fue pagado honradamente. Me apetecía tener uno de los primeros libros infantiles censurados (es lo que tienen los Estados Unidos de América). Si bien es cierto que Sendak está considerado un provocador, un autor que se interna en los deseos del pequeño lector y sus anhelos, todavía no consigo adivinar el porqué de la censura de este libro, que, aunque es el primer título que recoge un desnudo integral infantil, es sencillo e inocente. Léalo y juzgue.
El libro de Browne, Un paseo por el parque, me lo regalaron hace escasos días. Es una obra editada en castellano, allá por el año 1981, hoy día descatalogada. Es uno de los primeros títulos del autor, donde se recogen los principios de su peculiar estilo, poco depurados, pero ya singulares. Narra una historia de amor, diaria, tierna, sencilla y urbana, sobre todo si tenemos en cuenta que los protagonistas son dos niños.

Dos buenos regalos. Tome nota y regale libros, regale libertad.

jueves, 10 de abril de 2008

Visita a Madrid y algunos retratos



En el último viaje que he realizado a Madrid no he tenido la oportunidad de acudir al Museo Thyssen-Bornemisza, no por falta de ganas o tiempo, sino porque no se consiguió entablar conversación alguna con los responsables de los programas educativos de dicha galería pictórica… Es lo que tiene viajar con cincuenta niños en plena efervescencia hormonal: necesidad de visitas supervisadas.
Me hubiese encantado contemplar las obras de Modigliani en pleno paseo del Recoletos, pero a falta de pan, ya se sabe… Y desde aquí aprovecho para hacer un llamamiento al director de dicho espacio:



Estimado Señor,

nos parece increíble que, tanto a un servidor, como a otros de sus compañeros, dedicados todos a la docencia, se nos exija, por parte de las administraciones de las que depende nuestra profesión, que introduzcamos e instruyamos a nuestros alumnos en el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, para que, cuando sea necesario hacer uso de estas, lo máximo que obtengamos sea un número de teléfono atendido por una grabación automática completamente incapaz de responder nuestras dudas o peticiones, léase aquí la adquisición de entradas de grupos, la existencia de reducciones a grupos escolares y la posibilidad de contratar visitas guiadas.

Atentamente, el aquí firmante.


Con toda probabilidad y dado el escaso público a este blog, sirva, más bien poco esta reclamación, pero por si acaso, ahí queda.
Y hablando de arte, he pensado que la recomendación de hoy se destine a un libro que me encandiló en el instante que abrí su cubierta. Como el nombre del autor es impronunciable (Svjetlan Junakovic), me referiré a su título –más sencillo y menos olvidadizo- Gran libro de los retratos de animales.
Este libro de gran formato recoge obras cumbre de la Historia de la Pintura Universal. Desde “La muerte de Marat”, pasando por el “Retrato de Enrique VIII”, “La dama del armiño” o “La joven de la perla”, las bellas ilustraciones de este título nos presentan el mundo del Arte con ciertas pinceladas de humor animal y alguna que otra sorpresa. Indispensable para cualquier profesor de arte… sus pupilos seguramente se lo agradecerán.


miércoles, 9 de abril de 2008

Imperdonable...




Se me olvidó por completo celebrar en este espacio, el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, cuya fecha coincide con el pasado día 2 de Abril... Así que, una semana después, aquí tienen dos carteles conmemorativos (el primero corresponde el de este año, el segundo al del año 2007)... ¡Que lo disfruten!

martes, 8 de abril de 2008

Novedades y recomendaciones (2007)


Ayer, de regreso a la capital, decidí encaminar mis pasos a dos librerías que frecuento asiduamente, para, además de paliar el aburrimiento vespertino, echarle un ojo a las novedades editoriales. Observé, con cierta sorpresa y algo de desencanto, que no eran tantos los títulos publicados hasta el momento, ni mucho menos interesantes (he de decir al visitante, que soy demasiado pejiguero con esto de los gustos, así que no se asuste ni alarme…). Las obras a destacar, podríamos organizarlas en varios grupos, unas por su calidad literaria, otras por lo interesante de las narraciones, algunas por la exquisitez de las imágenes y, las menos, por el conjunto de las tres cualidades anteriores, es decir, su redondez.
Y así comienza mi paseo por estas creaciones, que puede que estuviesen en el mercado mucho antes de mi visita, pero les cuelgo el sambenito de “nuevas” porque lo son para un servidor.
En primer lugar tenemos El jardín subterráneo de Cho Sunkyung (Editorial Thule), una historia apaisada donde un vigilante crea un jardín particular que embellece el tono gris de los túneles del metropolitano –en cierto modo, me recuerda a la narración de El señor Todoazul, abrillantador de placas callejeras, de Monika Feth y Antoni Boratynski, ya que adopta la perspectiva de que cualquier persona, sea cual sea su origen y condición, en estos dos casos humilde, puede contribuir al crecimiento del mundo-. Destaco también El mensaje secreto de cumpleaños, donde Eric Carle continua jugando con la técnica del collage, sus formas geométricas que tantas sensaciones despiertan y los juegos de descubrimiento y aprendizaje; una obra en pequeño formato pero agradable para las primeras edades.
Veintiún elefantes en el puente de Brooklyn, de Prince y Roca, es el título que nos acerca a la época en la que se construyó dicha infraestructura y a los hechos verídicos que acontecieron para poner a prueba la resistencia de este. El preciosismo, luminosidad, colorido y secuenciación de las imágenes, a cargo de François Roca (Jesús Betz, La comedia de los ogros o El secreto de las nubes), logran en el libro un lenguaje cinematográfico muy valorable. Es de mención el último título del cuentacuentos Pablo Albo, Estela (Editorial Thule), que, aunque defiende una idea preciosa, no culmina el mensaje de la obra –creo-, una lástima, teniendo en cuenta la atmósfera tan adecuada que imprimen las ilustraciones de Miguel Ángel Díez, simplemente deliciosas
Por último, las tres estrellas de esta valoración son, indiscutiblemente:
1. Elsa y Max de paseo por París, de McClintock (Editorial Molino) por varias razones, entre las que destacan: a) el preciosismo de las ilustraciones, detallistas y vistosas, que beben de la tradición pictórica de principios del siglo XX, b) el recorrido, a través de sus páginas, por los rincones más bellos de París, c) los conocimientos que se entresacan de las imágenes, y d) lo entretenido del juego que propone la autora en él.
2. Un lunes por la mañana, de Uri Shulevitz, en el que son notables sus ilustraciones, que recuerdan a las de Maurice Sendak (técnica de grabado combinado con la acuarela colorista), y su narración, simple y repetitiva, ideal para primeros lectores, donde se hace hincapié en la imaginación como tabla de salvación ante el aburrimiento.
3. Sencillamente tú, donde Heinz Janisch (Los mejores días, En casa o el entrañable Mejillas rojas) y Jutta Bauer (Madrechillona o El ángel del abuelo), crean un álbum de pequeñas dimensiones donde se ensalzan las cualidades de la relación amorosa (ideal para regalarlo en unas bodas de oro).

Lean, comparen y recuerden: si encuentran algo mejor, háganmelo saber.

lunes, 7 de abril de 2008

Disney o La influencia del dibujo animado en la LIJ


En el mundo del Libro Infantil y Juvenil, sobre todo el del libro-álbum, se ha hecho mucho empeño por desterrar de las ilustraciones literarias la estética que encumbró a Walt Disney como el mayor exponente del dibujo animado del siglo XX.
Desde los años ochenta, cuando la factoría Disney comenzó a producir versiones cinematográficas de clásicos de la Literatura Infantil, se optó, en muchas ediciones de estos clásicos y otros no versionados, por acompañar al texto de unas ilustraciones con trazo, tez y colores, más propios de Goofy, Mickey, Pluto o Daisy que de Bambi, Blancanieves o la Sirenita.
Si en un principio, las adaptaciones de estas obras literarias –unas veces logradas, otras no tanto- se vieron con cierto positivismo dada la conexión que establecía entre el gran público y la Literatura, que comenzaba a decaer en seguidores, a posteriori, resultaron muy dañinas ya que el mercado se saturó de productos alejados de la Literatura, diluyendo, todavía más, el interés por la figura del Libro.
En los últimos tiempos, dada la gran cantidad de ilustradores que necesitan comer y la especialización en las bellas artes, se ha conseguido trocar este estilo “Mickey” en otros que derrochan gran calidad artística y enmarcan de modo más eficaz las narraciones y su contenido, la mayoría de las veces incompatible con la estética Disney, muy homogénea y poco efectista.

Enlazando con lo anterior apunto que, si alguna obra y personaje literario se ha visto seriamente ultrajado por lo empalagoso e infiel de la versión cinematográfica que llevaron a cabo los estudios Disney, esa es Mary Poppins. Y me duele. Sí señor, me duele en el alma.
Cuando era niño, el desconocimiento me impedía percibir las notables diferencias entre la Mary Poppins literaria (escrita por Pamela Lyndon Travers) y aquella afable institutriz que volaba con su paraguas por la gran pantalla. Si bien es cierto que la esencia fantástica de aquella mujer había permanecido inalterada, sí se habían producido enormes cambios en cuanto a su carácter y la forma de enseñar de la que hacía gala. Mientras que en la versión cinematográfica, Mary Poppins es una educadora con sabor a chicle y regaliz, un tanto bonachona y algo caricaturizada, en su versión impresa, Mary nos muestra una concepción del proceso educativo más estricto, menos edulcorado y más potente.
Rompiendo una lanza por la recreación en imágenes de este título, he de decir que, en unos escasos noventa y tantos minutos, es impensable exprimir totalmente la esencia de una obra de ficción como esta, puesto que las palabras siempre aportan una riqueza diferente a cualquier narración.

Como colofón he de decir que, si me gusta el cine, más me gusta la literatura, lo que no quiere decir que la una excluya a la otra, por lo que enriquézcase con ambas, eso sí, de manera fiel y crítica.

viernes, 4 de abril de 2008

Oz y el vino: gran conjunción


Es, cuanto ni menos, curioso, que el aquí redactor se haya sentido envuelto en la atmósfera de un libro, y no debido a su lectura, sino a su propia realidad. Sí, lector, una vez fui Dorothy, la Dorothy de Oz, aquella a la que un tornado arrastró hasta el país de la Ciudad Esmeralda, la que logró vencer a la malvada bruja del Oeste lanzándole un cubo de agua y desenmascaró al temible Mago de Oz.
Y se preguntará usted cómo fue posible semejante surrealismo. Pues bien, se lo narraré en las siguientes líneas:
Suelo acudir, con la panda de trastornados que ostento por amigos, a una taberna de famoso renombre en la ciudad de Albacete (la publicidad subliminal no está contemplada en este espacio, así que, en honor de todos aquellos que pudrieron y pudren su hígado con el desconocido elixir que allí sirven, mentaré el nombre del sitio en cuestión), “Vinos El Gordo”. Una noche, mientras el pestazo a retestín y las glándulas sudoríparas trabajaban a destajo, uno de los seres del averno que me acompañan en dichas reuniones, sin medida ni reflexión (es una lástima que la sinapsis nerviosa no funcione como debiera…) ingirió más pócima etílica de la cuenta, por lo que su organismo, débil aunque incombustible, se resintió. Equilicuá. Se mantuvo en pié como pudo y dirigió sus pasos de pájaro beodo a la salida. Como excelentes –a la par que cachondos- amigos que somos, acudimos a la llamada de nuestra bacante particular. En el exterior no había rastro de ella. Buscamos con la mirada por todo el paisaje nocturno hasta contemplar, no sin asombro, como asomaban, por debajo de un automóvil, las radiantes botas que nuestra compañera calzaba.
Fue mágico.
A partir de ese instante mi vida se trocó en las páginas de un libro. Fui Dorothy, contemplando los zapatos de la bruja malvada del Este, aplastada ésta bajo el peso de su casa. A mi lado se encontraba la bruja buena del Norte, apoyando su mano sobre mi hombro y sonriendo agradablemente. El alquitrán de la calzada se transformó en la senda que debería de recorrer para poder regresar a Kansas, al lado de tío Henry y tía Em. Y me sentí embargado por la escena imaginada, por su palpable realismo y la fantasía de L. Frank Baum. ¡Cuán grande es el poder de los libros!

PS: Si sigue preguntándose sobre la bruja de mi cuento, le diré que fue atendida con el mayor de los decoros, dispuesta en posición vertical –a duras penas- y acompañada a un decente catre donde dormir la mona. En otro momento, si puedo acallar la risa, le contaré más detalles sobre otros personajes de esta realidad sin límites.

miércoles, 2 de abril de 2008

Progres, libros de valores y otros puntos de vista


El empeño de ciertos sectores del mundo del Libro Infantil y Juvenil por recomendar títulos que eduquen en valores a los pequeños lectores me apesta. Sí, lo que lee, me resulta completamente nauseabundo, casi repugnante (creo que esta apreciación se debe, en cierto modo, a los ritmos gitanos de Goran Bregovic, que acompañan sonoramente a esta noticia).
Si creo que debe haber algo estrictamente necesario para el buen lector, es la Libertad (con mayúscula, por supuesto). El niño, como lector potencial, debe elegir, decidir qué leer, pasear entre las estanterías de una biblioteca, de una librería, y seleccionar lo que quiere leer. Claro está que, si ese niño rebelde, que además de desafiar a las videoconsolas, los videojuegos, el poder de Internet y una sociedad tecnócrata y exenta de emociones, tiene que sortear los numerosos obstáculos ilegibles que los adultos, en su empeño por formar e impartir dogma ponen sobre las baldas de bibliotecas y librerías, termina soberanamente aburrido y cansado.
La sociedad en torno al Libro está dirigida dictatorialmente por grupúsculos de la más alta progresía que abogan por obras ñoñas e insufribles. Esos títulos democráticos, políticamente correctos, faltos de acción y pudorosos que las editoriales, incansablemente, sacan al mercado, son el caldo de cultivo, casi propagandístico, para el hombre del mañana. Sencillamente soez.
Amén de todo esto, está el papel del ala crítica y liberal de esta maraña: los que abogamos por la libre elección del lector, por la lectura de las obras más salvajes, plenas, divertidas y con carácter, títulos que enganchen al joven desde los comienzos en su andadura como integrante de una sociedad libre. Lo chocante es que, este pensamiento no es compartido por los dirigentes del asunto, tachándonos de incompetentes, desorientados, ambiguos y otras lindezas varias, por lo que, para consolarnos, apelamos a las palabras de Gianni Rodari que nos advierten de que, para el fascismo, el desacuerdo es traición.
El discurso une, el diálogo consensúa y el trabajo cooperativo aporta cohesión a los propósitos y fines que nos planteamos, por ello, tener en cuenta todos los puntos de vista, valorando todas las aportaciones, podremos ensalzar la figura del Libro por encima de otras muchas y, por supuesto, al Lector, nuestra diana y objetivo.