lunes, 27 de abril de 2009

Ejercicios de humanismo



Los hombres nos alimentamos de lo que los demás piensan de nosotros. Impresiones, mentiras, insultos y algún que otro piropo son el pan de cada día. Si nos detenemos a pensar, llegaremos a la conclusión de que verdades y certezas, muy pocas.
El que se divorcia de su esposa porque no es feliz, acaba pensando que ha abandonado a las única persona que le quería aun cuando se sacasen los higadillos mientras viviesen juntos. Quien apadrina un niño somalí, termina entronándose como un nuevo salvador pese a que mate a palos a sus propios hijos y la que es anoréxica, bulímica o vete-tú-a-saber-qué-otra-enfermedad-psicosocial, muere como triunfadora porque ascendió a lo más alto de la empresa…
Coches deportivos, yates, clubes de tenis y golf, trajes de alta costura y chalets de dimensiones inabarcables son lujos propios de vastas fortunas, pero dedicar unos minutos para sentarse sobre la atalaya de la vida y preguntarse a sí mismo “¿quién soy?” se figura un capricho al alcance de cualquiera, que ya de por sí debería ser un ejercicio inherente a la condición de “persona humana”, pero del que prescindimos asiduamente.
Todo esto se resume en esa historia de Frank Tashlin (he aquí el creador del pato Donald, un dibujante que no sólo se dedicó a engrandecer la compañía Disney…).
El oso que no era (editorial Alfaguara) es una buena lectura a cualquier edad. Incorrecto y transgresor, este libro ilustrado de pequeñas dimensiones, narra la historia de un oso que acaba mentalmente zarandeado, así como confuso sobre su propia existencia, gracias a las opiniones de los demás y…, ¡menos mal que al final se encuentra a sí mismo…!

2 comentarios:

MerceBcn dijo...

Es una maravilla de cuento! mis hijos lo han leído varias veces... y según crecen lo releemos de vez en cuando.

miriabad dijo...

Lo pillé en la biblioteca la semana pasada. A mis hijos les ha encantado, pero a mí más. El mensaje, aunque los niños lo entiendan, está claro que es para adultos. No en vano, el oso despierta del invierno en una fábrica y se somete a toda la jerarquía de jerifaltes. Es más, creo que se lo voy a regalar a algún adulto al que le han dicho demasiadas veces que es tonto, hasta llegárselo casi a creérselo.
Libro de lectura más que recomendada. Muchas gracias, Román. Un saludito, Miriam