lunes, 26 de octubre de 2015

Aventuras de barrio


Adoro la vida de barrio, más que nada porque sabe conjugar la cercanía del pueblo con la agilidad de la urbe, un tándem tan peligroso, como encantador... Las grandes superficies coexistiendo con los comercios de toda la vida, vecinos de siempre con otros más pasajeros, pisos de nueva construcción compartiendo acera con otras casitas pequeñas de planta baja y bloques de viviendas sociales. Siempre hay un par de colegios y algún que otro instituto, los afortunados tienen un centro de salud, alguna sucursal bancaria y un centro sociocultural. Panaderías a tutiplén, fruterías desperdigadas, un par de carnicerías, pescaderías, algunas, peluquerías varias y muchos bares (ya saben, esto es España), hacen las delicias del bullicio y las transacciones entre sus habitantes. Si tienen alguna placita o jardín cercano, pueden asomarse a la ventana y escuchar el griterío de los niños al jugar, el parloteo vespertino de los viejos y un sinfín de graznidos humanos que llenan el aire de las calles que cruzan ese mini-universo llamado “barrio”.


Cada barrio tiene sus personajes (los hay entrañables, legendarios y muy odiados) y su personalidad, ya saben..., los hay muy familiares y otros más impersonales, los bulliciosos y los silenciosos, los elegantes y los quiméricos... También hay mucho barrio famoso en la geografía española, léanse el de Triana en Sevilla, el madrileño Carabanchel, el del Carmen valenciano, el Gótico de Barcelona, el de la Viña en Cádiz o el Húmedo leonense, pero tengan por seguro que, como el barrio de uno, no hay ninguno, pues constituye una patria chica que controlamos a la perfección por cercanía, costumbre y tradición. Una realidad que sirve y ha servido de excusa para que muchos creadores de libros LIJ contextualicen sus historias en barrios ideales donde una parte del mundo le echa un cable a la otra parte (algo que, lamentablemente, está empezando a cambiar...), y todos los personajes interactúan entre sí formando parte del mismo hilo conductor.


Sin ir más lejos podemos toparnos con esta idea en El maravilloso mini-peli-coso de Beatrice Alemagna y editado por Combel (¿Por qué será que cuando un título es maravilloso me envían el ejemplar demasiado tarde? Snifff, ¡así no hay quien haga fotos decentes!), un libro redondo y colorista. Redondo (ya saben que no suelo abusar de este adjetivo cuando se trata de libros) por su carácter coral, su ritmo de ida y vuelta (del principio hacia la mitad, la historia se desarrolla en un sentido, en el ecuador encontramos el momento cumbre y, a partir de ese punto, la acción gira y regresa sobre sus pasos, ¡una maravilla de simetría narrativa!), su tono infantil, sus dobleces, sus personajes adultos que regresan a la niñez y su cariz de viaje iniciático actual y cotidiano. Y colorista por el desenfado en el tratamiento de las ilustraciones, el buen engranaje entre las técnicas pictóricas y, sobre todo, por las pinceladas de rosa flúor que abundan en todo el recorrido y establecen un juego de búsqueda de similitudes y diferencias entre la realidad y la imaginación de la protagonista.
¡Y que vivan los barrios!


3 comentarios:

miriabad dijo...

Me has tocado en la fibra... ¡Qué viva mi barrio! ¡Viva la vida de barrio y su gente! Gente común. Gente.
Bueno, y dicho esto... No reconocía a Alemana en estos dibujos, pero la veo muy personal.

miriabad dijo...

Me has tocado en la fibra... ¡Qué viva mi barrio! ¡Viva la vida de barrio y su gente! Gente común. Gente.
Bueno, y dicho esto... No reconocía a Alemana en estos dibujos, pero la veo muy personal.

Circo Golondrina dijo...

Me enamoré de esas ilustraciones!!! Quiero vivir en una de esas casas, mirando la ciudad por una de esas ventanitas jaja