martes, 20 de junio de 2017

Higiene frente al sudor veraniego


Con esto del calor los cuerpos están más que asorrataos, y a quien no se le calienta la cabeza, le arden las pelotas. ¡Y qué desértico todo! A la una de la tarde no hay ni Dios por la calle, ni un alma en los parques (Sí, par-ques . Que no bares. Que se note que somos españoles).
Y con tanta temperatura y trajinando (que aquí se trabaja a cuarenta grados), nos liamos a sudar y no hay quien nos pare. Que si nos chorrea por la frente, que si la espalda, que si el cuello o el sobaco... Sudar es una lata, sobre todo en verano pero, aunque muchos no lo sepan, también es muy práctico.


Como el vello púbico (algo de lo que parece carecer la juventud con la dichosa moda de la depilación láser), sudar es la mar de sano. Un mecanismo ancestral para termoregular el fuego que llevamos dentro y no entrar así en combustión espontánea. Nuestras glándulas sudoríparas excretan este líquido transparente formado por agua (en un 97%) y diferentes electrolitos cuando el hipotálamo lo decide, que es generalmente cuando la temperatura corporal es superior a 37º C (no se olviden que también nos ponemos a sudar en situaciones de estrés o de pánico, el consumo de alcohol, sobre todo de cerveza, o de comidas picantes, situaciones en las que intervienen las vías del sistema nervioso simpático). Y así, cuando sopla la brisa (que ojalá siempre fuera marina...) sobre la piel y el sudor se evapora, una sensación de fresquito nos recorre y alivia, ademas de producir una capa de aire a temperatura menor que nos rodea y aísla del infierno exterior.


Como todas las cosas animales, el sudor también guarda su punto anti-higiénico y bizarro, ya que además de perder el lustre (no se olviden de las nubes de polvo sahariano que avistan nuestras costas, de las partículas microscópicas en suspensión que se van depositando sobre la piel y, junto al sudor, configuran una suerte de masilla que se puede moldear como pelotillas) y tener que convivir con los antiestéticos rodales axilares (hace años estaba esa moda de ponerse una camiseta encima de otra para no evidenciarlos, una medida poco práctica, más todavía si tenemos en cuenta que a doble capa, doble temperatura), hay que poner freno a los olores corporales y que, aunque el sudor no huele por sí solo, las bacterias que habitan nuestro tegumento, al mezclarse con esta matriz acuosa, producen un inmejorable caldo de cultivo que desprende efluvios acres y desagradables.
Es por ello que para que nadie ande sufriendo sensaciones tan tumefactas (N.B.: Cuando tienes que pasar seis horas al día con adolescentes hormonados, tu bulbo olfatorio se sensibiliza en exceso), lo mejor es no ponerse tan tonto como la protagonista de la historia de hoy, colocarse bajo el grifo y frotarnos la geografía con una buena dosis de jabón. Y si alguno se resiste, sólo tiene que leer ¡La paloma necesita un baño!, un álbum muy humorístico (en estos días necesito reír) de Mo Willems y publicado por Andana que, además de advertir sobre las consecuencias de la falta de higiene, es una excusa inmejorable para meterse en la ducha.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

El olor a sudor añejo,absorbido y secado a las horas en la zona de origen, emulsionado y fijado con el aliento putefracto de fumador compulsivo,negado a los necesarios cepillados de dientes,dan un resultado insoportable y vomitivo a su paso.

Román Belmonte dijo...

Una más que visual descripción de lo que vulgarmente denominamos "ser un guarro". ¡Gracias Anónimo!

Anónimo dijo...

¿Esta no es la paloma de "No dejes que la paloma conduzca el autobús?.
Un saludo.
Carmen